Nocturno

Está oscuro y todo calla. La luna, comatosa, observa vidriosamente desde su cama de noche. La mirada perdida y fija. Largo, largo es el espacio entre las estrellas, entre las nebulosas, largo es todo cuando hay silencio y penumbra. Qué hermoso, qué largo soy en mi insomnio. Y qué terrible, qué tenebrosa puede llegar a ser mi distancia, mi elasticidad en noches como hoy. Qué larga te haces y con qué sombrío porte. Depredando.

Se agrieta la pared, lentamente, apenas y con una fina línea. Como un pensamiento, dulcísimo, llenando un lienzo sobre mi mente.
(Una vena a la vez para cada gota de sangre, sugiere el corazón).

Grietas, grietas, coarteada la pared. A manera de raíces se forzan mis represiones inconscientes, desmembrando la pintura blanca. De entre las cicatrices de arcilla y cemento se asoma una pata, y luego otra. Una más. Se asoma mi marca de agua, desagradable, hambrienta. Y se pone a devorar fantasmas.

La veo desde mi sueño, en esas extrañas veces en las que abro los ojos y sigo soñando. Ahí están, sueltas en el cuarto, mis pesadillas de cien piernas y caras de niño, recriminándome, diciendo las cosas que prefiero ignorarme.

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