El último hombre

Sobre el amanecer se despiertan los hijos del polvo, y le bailan al sol para animarlo a despertar. En el cuerpo sienten a su madre, el desierto, ese animal indomable. Levántate Eva, refugiémonos, el sol caza siempre con la mirada.

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Recuerdo mi sabor en la boca del viento y el lugar preciso donde me rozaba la luz de una estrella. ¿Lo recuerdas, Eva? Éramos sólo dos, como ahora, pero antes todo era nuevo. Me dolías, todavía, en el costado. Largos nos hemos hecho, como la tierra misma, y en infinitas miradas hemos contemplado a los hijos de los hijos tras el velo de cristal. De nuestros hijos ya no queda nada.

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En el primer jardín no sucedía nunca nada. ¿Con qué afán quisimos comenzar una historia? Estuvo mal, estuvo mal, nunca debimos ser más de dos. Quisimos el conocimiento y sólo obtuvimos su sed, quiero olvidarlo todo, incluso tu memoria y tu pecado, que es el mío, recuerdo que antes el lenguaje del árbol nos bastaba para confundirnos en la eternidad.

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Te hablo aunque ya no me respondas nada. Me condené a no aprender nada y a repetir mis errores, lo sé, y ahora estoy como antes, sin mujer a quien hacerle un mundo y sin Dios que me saque otra costilla. Voy a limpiarlo todo, se verterá el Edén sobre las derruidas ciudades y los desiertos de basura, con el sudor de mi frente y la sangre de mis manos, para encontrar de nuevo el eco de Su voz. Sé que podemos comenzarlo todo de nuevo, sé que podemos volver a empezar...

1 comentario:

  1. Esteee, interesantes poemas.
    estaba buscando tocayos.
    Algunos blogs me han desilusionado.Por aqui Buenas publicaciones.
    saludos menteimperfecta.blogspot.com

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