Mis tres días de silencio

Ésta ciudad es antigua. La puedes sentir respirar bajo los pies. Los balcones de colores esperan solitarios alrededor, murmurándose. ¿Has visto éstas calles mientras todos duermen?

A los lugares así los consume un letargo. No saben qué hubo antes o después, no entienden la diferencia entre las herraduras de un caballo y el ronroneo de los automóviles, el canto encima de los audífonos o el miedo del rezo retrógrada, medieval. No recuerdan ni su nombre. Se han quedado calladas para tragarse apartamentos lujosos y esqueletos de metal. Se cosieron la boca, como la mía en mi estancia - no hay que hablar, no hay que hablar.

He recorrido el angosto sendero nocturno en el que, tras las paredes, me hablan sus floridos muertos. Desea devorarme el empedrado, lo sé, para contagiarme su antídoto y hacerme poeta y pintor callejero. Pero se resiste mi cuerpo a hacerse artesanía de carne, me pesa el bulto, el viaje de regreso. Y lo quisiera; quisiera adentrarme en los ojos de esa gente bonita y muerta, acariciarme, entender su vida de ensueño en este reino inmortal.

La calma


Hoy es el último día que te dejo suelta, Julieta. A medianoche te voy a meter en esa vieja caja de zapatos, con el crisantemo, la rana y las demás muñecas. ¿Entiendes lo que se avecina? Aquí adentro la linfa clama cantos de tormenta.

Tenemos que hibernar, linda; entrar en un profundo sueño, porque allá afuera se acerca una batalla de verdad. Ya llegaron mis demonios a la cena. En la mesa se sirve vino y pan, aún caliente  - que es mi cuerpo y sangre, saliva y semen, todas esas cosas, Amén -  van a comulgar(me) aunque no quieran.

¿Por qué te lloro? Te lo pregunto en serio. Regresa y regresa Septiembre, a gatas por la pared. Tengo que limpiar la casa, y volverla a limpiar, y volverla a limpiar, y limpiarla doscientas veces. Para encontrarme en los tallones. En el sudor del buen trabajo. En mi propia conquista. En el honor que guía mis pasos. En el fuego insoportable que soy, el grito ahogado que jamás se ha quedado sin aire, el anillo que es uno y cuatro.

Hoy es el último día que me revuelvo con la derrota en la cama. Hoy es el último día que jugamos a las muñecas, Julieta. Ya soy un hombre. Mañana el mar (yo) estará solo, lleno de paz y en calma.

Dicha

Me corté las venas mientras escuchaba a Satie.

El cuchillo me lamió con facilidad, como cortando mantequilla. Pensé en mermelada de fresa, se me antojó untarlo a un pan. ¡Qué grande se vuelve entonces el mundo! ¡Qué pequeños nosotros! "Disculpe Licenciado, le debo ese apretón de manos. Verá, me rebané los tendones."

Estoy haciendo un hermoso lienzo en el piso. Espero que tarde en quitarse de la madera. Habla de poemas, de chocolate caliente con lluvia de fondo. Que afuera se derrumbe la ciudad. Que le pase el musgo por encima, hoy traigo puesta la pijama de Dios porque es Domingo.

* * * * *

Soy daltónico, y nadie ve la sangre como la veo yo. El aire frío es delicioso cuando entra en los pulmones. Quiero morir suspendido en Septiembre, para siempre. Afuera los árboles se ríen. Me quiero, me amo; y rehúso seguir su juego estúpido de tasas de interés.

¿Sabes a qué huele la piel? ¿Has probado el sudor de la espalda? Me he estado repitiendo esto toda la mañana, cuando (de nuevo) me mate volveré a comenzar, cerré estos cinco minutos como un círculo y ahora debo jugar a desangrarme eternamente. Quisiera salirme de mi cuerpo y besarme en la boca, no tolero tanta belleza en el mundo.

* * * * *



Estoy feliz, la verdad. Me corté las venas mientras escuchaba a Satie.

El cuchillo me lamió con facilidad, como cortando mantequilla. Pensé en mermelada de fresa, se me antojó untarlo a un pan. ¡Qué grande se vuelve entonces el mundo! ¡Qué pequeños nosotros...!