La calma


Hoy es el último día que te dejo suelta, Julieta. A medianoche te voy a meter en esa vieja caja de zapatos, con el crisantemo, la rana y las demás muñecas. ¿Entiendes lo que se avecina? Aquí adentro la linfa clama cantos de tormenta.

Tenemos que hibernar, linda; entrar en un profundo sueño, porque allá afuera se acerca una batalla de verdad. Ya llegaron mis demonios a la cena. En la mesa se sirve vino y pan, aún caliente  - que es mi cuerpo y sangre, saliva y semen, todas esas cosas, Amén -  van a comulgar(me) aunque no quieran.

¿Por qué te lloro? Te lo pregunto en serio. Regresa y regresa Septiembre, a gatas por la pared. Tengo que limpiar la casa, y volverla a limpiar, y volverla a limpiar, y limpiarla doscientas veces. Para encontrarme en los tallones. En el sudor del buen trabajo. En mi propia conquista. En el honor que guía mis pasos. En el fuego insoportable que soy, el grito ahogado que jamás se ha quedado sin aire, el anillo que es uno y cuatro.

Hoy es el último día que me revuelvo con la derrota en la cama. Hoy es el último día que jugamos a las muñecas, Julieta. Ya soy un hombre. Mañana el mar (yo) estará solo, lleno de paz y en calma.

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