Dios Dos y Espejo

Dios Uno ya era antes de lo primero así que, previo al primer Suspiro, tuvo que autocrearse para existir. Ello es más sencillo de lo que pudiera parecer, ya que todo lo que existe entiende que, para poder existir como tal, es necesario crear a su opuesto antes. De esta manera Dios Uno hizo antes a Dios Dos que a sí mismo, y habiendo hecho tal cosa pudo crearse como tal. Fue así que Dios Dos existió antes que Dios Uno y viceversa.

Si Dios Dos hubiese pensado en la misma creación antes que el otro, entonces este último se llamaría Dios Dos y no Dios Uno, y con tal cosa se demuestra que ni siquiera un nombre puede en sí explicar una buena diferencia entre cosas.

(Los mejores enigmas son tan sencillos que nadie les entiende, ni siquiera cuando se les explica con las mejores palabras).


Lo primero que ambos notaron es que eran totalmente idénticos pero totalmente opuestos, como si uno existiese al otro lado de un espejo sobre el cual el otro se mirara. Se observaron de frente, inmutados, por un tiempo más largo que el mismo tiempo, en medio de todo el vacío. No se perturbó ni un milímetro de vestidura, ni un párpado, ni un respiro. No había nada, y durante mucho todo ello permaneció así. Hasta que ambos, sin aviso previo, alzaron una mano.

Dios Uno alzó la izquierda al mismo tiempo que Dios Dos alzó la derecha; en el mismo ángulo, a la misma altura, con la misma velocidad y al unísono, como si en verdad jugaran a los reflejos con total perfección. Las manos permanecieron ahí, a donde sea que hayan llegado, sin que nada más hubiera cambiado en esas eternidades ininterrumpidas.

En algún momento volvieron lentamente a su lugar inicial, en la misma insoportable igualdad. Más tiempo se le sumó al tiempo, y la eternidad se hizo corta de tanto transcurrir. Entonces fue cuando hubo un parpadeo, idéntico como debía ser. Otro se le sumó, y un tercero terminó con el preludio. Se dibujó una sonrisa sobre ambos, y comenzó el Primer Suspiro.

La Inhalación fue muy simple, al menos en ese momento, dadas las interminables miradas que ambos se habían tomado para pensar en un opuesto al vacío. Habían demasiadas cosas que pensar, pero el proceso se había simplificado en demasía cuando entendieron que la nada no pudo haber estado antes que la creación, ya que el vacío no lo puede estar como tal si está lleno de nada. Al notar que el vacío estaba después de la creación y todo lo contrario, comenzó la Exhalación.

Interminables pensamientos se dispersaron fuera de ambos Dioses, creando todo lo que es. Siempre en inacabable reflejo, uno imitó lo que el otro hacía como si hubiesen sido las dos caras de un espejo infinito, en la coreografía más hermosa jamás. Giros, miradas, manos, saltos y demás movimientos fluidos e inacabables hicieron al Universo, y los Dioses bailaron como nunca jamás lo volverán a hacer.

Pero cada quien tenía su coreografía idéntica y distinta a la vez, y por tanto cada uno de ellos tenía su propia creación, acompañándolos de su respectivo lado del espejo. Una creación era exacta pero distinta de la otra, y de la misma manera enigmática se acomodaban como ambos Dioses, de frente al reflejo del otro, como si se le viera al Universo a través de un espejo. Al final del baile, solamente quedaba una cosa por hacer: al hombre. En el último instante de la coreografía ambos Dioses llevaron el índice de una mano al punto exacto donde su reflejo comenzaba, y en el lugar preciso de contacto, en el epicentro de todo, se le creó. A propósito se le creó en el centro, en el lugar exacto de convergencia entre dos creaciones, en el tacto único de dos Dioses.

El hombre, como ya se ha de adivinar, es la única cosa que no contiene opuesto, ya que no fue creado de ningún lado, sino en el centro exacto de los opuestos, sin pareja, y de ahí es que estemos benditos o condenados a jamás entendernos del todo, puesto que no tendremos nunca un punto de comparación. Los hombres somos el complemento de los opuestos, la solución a lo mutuamente excluyente, el tercer antónimo. Exactamente a la mitad, terminando (sin tener nada que ver) a ambos conceptos contradictorios.

Ambas creaciones siguen existiendo al unísono, pero siempre opuestas. Al hombre, por estar en el centro, se le ha permitido desde siempre vagar a voluntad entre ambos lugares idénticos, y de ahí que el hombre durante su vida encuentre el cielo o el infierno exactamente en "el mismo lugar", bajo circunstancias exactamente iguales.

No hay comentarios:

Publicar un comentario