Mis conjugaciones

Te escribo esto porque querías un subjuntivo perfecto.

Eres y soy reemplazable. Aquí dentro hay un imán que ve metal en todas partes. ¿Entiendes que a cada paso que doy mueren tantas y tantas versiones de mí...?

Adentro de ti soy inmortal. Dame el sudor de tu espalda, el grito adentro de tus manos, atrás de mis ojos pasa todo lo que aquí no pasa.

¿De verdad somos nuestro imposible? Soy y eres sustituible. Tienes bajo el cráneo un vicio dulce, y en el paladar te cuelga un arándano. Yo quiero ser tu árbol, para germinar tu fruto prohibido interminablemente.

Sale el sol, se remuerde mi conciencia adormecida. Vístete, que me apena mi desnudez. Aquí adentro también llueve. Tengo que despedirme de ti y de un subjuntivo de mí.

Soy el señor de las palabras

Soy el señor de las palabras.

No soy tu hijo, ni tu siervo ni tu amante. Soy mío, y hoy vengo a mi templo a adorarme. ¡Salve yo! Hazte de cristal.

Tengo las letras de mi nombre. Sólo me falta el orden y el contexto. No son  todas las mujeres que quiero tener - sino sólo un balcón de paz. Es un día de otoño que no acaba.

(¿Quién es Julieta?)

Alguien silba, advirtiendo la marea. Se cae mi sombra, mi efigie, me quito mi disfraz de Dios. Despierto.

El retorno

Bajé el tono. Apagué a Carlos para ponerme a escribir.

Largo el tiempo desde mi última piel. Largo el papel que me ha esperado. Soy yo, sólo más viejo y descuidado. Añejo. Intacto.

Y sin embargo ha habido un camino. He perdido. Le he llorado más de una vez a los ojos vacíos de la muerte. He servido mi mesa y me he sentido satisfecho. He tenido suficiente sexo.

Me faltaba. El gusano de la columna ya no puede controlarme. Basta de los buenos modos, voy a brincarme los tecnicismos con un gargajo. Y voy a morderte la lengua con mis palabras.

Voy a vivir para siempre, matando a Carlos.