Recuerdos de una mente imperfecta: Soy el señor de las palabras

Soy el señor de las palabras.

No soy tu hijo, ni tu siervo ni tu amante. Soy mío, y hoy vengo a mi templo a adorarme. ¡Salve yo! Hazte de cristal.

Tengo las letras de mi nombre. Sólo me falta el orden y el contexto. No son todas las mujeres que quiero tener - sino sólo un balcón de paz. Es un día de otoño que no acaba.

(¿Quién es Julieta?)

Alguien silba, advirtiendo la marea. Se cae mi sombra, mi efigie, me quito mi disfraz de Dios. Despierto.

Sobre el negro mi tinta se esconde, evitando recordar...

Hay cosas que nadie debería pensar realmente, cosas que salen a la luz sólo en espacios oscuros. ¿Te digo un secreto, luz mía?

A veces creo que no existe nada como tal.

Cuando era hombre inventé el Pensar. Sí, pensé una cosa y luego dos, y luego diez y diez cosas más; sobre el objeto y el abstracto y mi propio ensueño, cayendo hasta mi fondo sin hallar. Lleno, saturado de qué se debe pensar, qué se debe pensar... (en esencia todos buscamos ese pensamiento único, que le dé conclusión a absolutamente todos los demás).

En verdad no puedo cariño, detente, me salí de la línea, me metí demasiado al sueño y ya no puedo regresar. No sé nada, nada recuerdo que sea genuino, no lo sé, no me preguntes la verdad.

Para qué escribir, escribirle a las orillas del mar. Ellas tampoco saben nada que no se inventen. Como yo. Olas y olas y olas, repitiéndose como mi pensar; sobre la misma cosa, pero siempre en forma desigual. Las letras son la verdadera inmortalidad, pero te pregunto, luz mía, ¿tiene caso escribir, si no se escribe la verdad? ¿Tiene caso existir, si nada existe como tal?

Recuerdos de una mente imperfecta

Soy el señor de las palabras

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