Te escribo esto porque querías un subjuntivo perfecto.
Eres y soy reemplazable. Aquí dentro hay un imán que ve metal en todas partes. ¿Entiendes que a cada paso que doy mueren tantas y tantas versiones de mí...?
Adentro de ti soy inmortal. Dame el sudor de tu espalda, el grito adentro de tus manos, atrás de mis ojos pasa todo lo que aquí no pasa.
¿De verdad somos nuestro imposible? Soy y eres sustituible. Tienes bajo el cráneo un vicio dulce, y en el paladar te cuelga un arándano. Yo quiero ser tu árbol, para germinar tu fruto prohibido interminablemente.
Sale el sol, se remuerde mi conciencia adormecida. Vístete, que me apena mi desnudez. Aquí adentro también llueve. Tengo que despedirme de ti y de un subjuntivo de mí.
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