Ésta ciudad es antigua. La puedes sentir respirar bajo los pies. Los balcones de colores esperan solitarios alrededor, murmurándose. ¿Has visto éstas calles mientras todos duermen?
A los lugares así los consume un letargo. No saben qué hubo antes o después, no entienden la diferencia entre las herraduras de un caballo y el ronroneo de los automóviles, el canto encima de los audífonos o el miedo del rezo retrógrada, medieval. No recuerdan ni su nombre. Se han quedado calladas para tragarse apartamentos lujosos y esqueletos de metal. Se cosieron la boca, como la mía en mi estancia - no hay que hablar, no hay que hablar.
He recorrido el angosto sendero nocturno en el que, tras las paredes, me hablan sus floridos muertos. Desea devorarme el empedrado, lo sé, para contagiarme su antídoto y hacerme poeta y pintor callejero. Pero se resiste mi cuerpo a hacerse artesanía de carne, me pesa el bulto, el viaje de regreso. Y lo quisiera; quisiera adentrarme en los ojos de esa gente bonita y muerta, acariciarme, entender su vida de ensueño en este reino inmortal.
Sabes bien lo que siempre he pensado de tu forma de escribir.
ResponderEliminarMe gusta, y me gusta cómo tus formas maduran con el tiempo.
Un placer leerte.
Fantasma.