Domingo

"Tenemos que asesinar al reloj, Julieta. Vamos a encerrarnos en este Domingo para siempre."

Llevo nadándote semanas enteras. Hundiendo los dedos de los pies en azúcar. La única salida está por adentro de la boca. Siente sus bisagras con tu saliva, búscala. No te terminas, no te terminas.

Quiero desesperarte con el cuerpo y dejar el cuarto sin aire. Sin pudor, avergonzado. Cuando la mañana se levante de los párpados se revelará el cuerpo desnudo, luchando contra la rutina. Afuera es Lunes ó Martes ó Viernes. Qué importa. Enséñame a ser hombre, hazme olvidar el calendario y las tasas de interés. Disfrútame como un buen café que te tomas con nadie. Detén el tiempo, ahógame en el instante, sácame de la película que es mi cuerpo.

Amanecen los insectos, cantan adentro del Panal. Sabe la boca a lo que sabe cuando uno despierta, patea la inconfundible sensación a realidad. Dos años y aquí sigues, te quedas. Volvemos a empezar.

Mis tres días de silencio

Ésta ciudad es antigua. La puedes sentir respirar bajo los pies. Los balcones de colores esperan solitarios alrededor, murmurándose. ¿Has visto éstas calles mientras todos duermen?

A los lugares así los consume un letargo. No saben qué hubo antes o después, no entienden la diferencia entre las herraduras de un caballo y el ronroneo de los automóviles, el canto encima de los audífonos o el miedo del rezo retrógrada, medieval. No recuerdan ni su nombre. Se han quedado calladas para tragarse apartamentos lujosos y esqueletos de metal. Se cosieron la boca, como la mía en mi estancia - no hay que hablar, no hay que hablar.

He recorrido el angosto sendero nocturno en el que, tras las paredes, me hablan sus floridos muertos. Desea devorarme el empedrado, lo sé, para contagiarme su antídoto y hacerme poeta y pintor callejero. Pero se resiste mi cuerpo a hacerse artesanía de carne, me pesa el bulto, el viaje de regreso. Y lo quisiera; quisiera adentrarme en los ojos de esa gente bonita y muerta, acariciarme, entender su vida de ensueño en este reino inmortal.

La calma


Hoy es el último día que te dejo suelta, Julieta. A medianoche te voy a meter en esa vieja caja de zapatos, con el crisantemo, la rana y las demás muñecas. ¿Entiendes lo que se avecina? Aquí adentro la linfa clama cantos de tormenta.

Tenemos que hibernar, linda; entrar en un profundo sueño, porque allá afuera se acerca una batalla de verdad. Ya llegaron mis demonios a la cena. En la mesa se sirve vino y pan, aún caliente  - que es mi cuerpo y sangre, saliva y semen, todas esas cosas, Amén -  van a comulgar(me) aunque no quieran.

¿Por qué te lloro? Te lo pregunto en serio. Regresa y regresa Septiembre, a gatas por la pared. Tengo que limpiar la casa, y volverla a limpiar, y volverla a limpiar, y limpiarla doscientas veces. Para encontrarme en los tallones. En el sudor del buen trabajo. En mi propia conquista. En el honor que guía mis pasos. En el fuego insoportable que soy, el grito ahogado que jamás se ha quedado sin aire, el anillo que es uno y cuatro.

Hoy es el último día que me revuelvo con la derrota en la cama. Hoy es el último día que jugamos a las muñecas, Julieta. Ya soy un hombre. Mañana el mar (yo) estará solo, lleno de paz y en calma.

Dicha

Me corté las venas mientras escuchaba a Satie.

El cuchillo me lamió con facilidad, como cortando mantequilla. Pensé en mermelada de fresa, se me antojó untarlo a un pan. ¡Qué grande se vuelve entonces el mundo! ¡Qué pequeños nosotros! "Disculpe Licenciado, le debo ese apretón de manos. Verá, me rebané los tendones."

Estoy haciendo un hermoso lienzo en el piso. Espero que tarde en quitarse de la madera. Habla de poemas, de chocolate caliente con lluvia de fondo. Que afuera se derrumbe la ciudad. Que le pase el musgo por encima, hoy traigo puesta la pijama de Dios porque es Domingo.

* * * * *

Soy daltónico, y nadie ve la sangre como la veo yo. El aire frío es delicioso cuando entra en los pulmones. Quiero morir suspendido en Septiembre, para siempre. Afuera los árboles se ríen. Me quiero, me amo; y rehúso seguir su juego estúpido de tasas de interés.

¿Sabes a qué huele la piel? ¿Has probado el sudor de la espalda? Me he estado repitiendo esto toda la mañana, cuando (de nuevo) me mate volveré a comenzar, cerré estos cinco minutos como un círculo y ahora debo jugar a desangrarme eternamente. Quisiera salirme de mi cuerpo y besarme en la boca, no tolero tanta belleza en el mundo.

* * * * *



Estoy feliz, la verdad. Me corté las venas mientras escuchaba a Satie.

El cuchillo me lamió con facilidad, como cortando mantequilla. Pensé en mermelada de fresa, se me antojó untarlo a un pan. ¡Qué grande se vuelve entonces el mundo! ¡Qué pequeños nosotros...!

Mis conjugaciones

Te escribo esto porque querías un subjuntivo perfecto.

Eres y soy reemplazable. Aquí dentro hay un imán que ve metal en todas partes. ¿Entiendes que a cada paso que doy mueren tantas y tantas versiones de mí...?

Adentro de ti soy inmortal. Dame el sudor de tu espalda, el grito adentro de tus manos, atrás de mis ojos pasa todo lo que aquí no pasa.

¿De verdad somos nuestro imposible? Soy y eres sustituible. Tienes bajo el cráneo un vicio dulce, y en el paladar te cuelga un arándano. Yo quiero ser tu árbol, para germinar tu fruto prohibido interminablemente.

Sale el sol, se remuerde mi conciencia adormecida. Vístete, que me apena mi desnudez. Aquí adentro también llueve. Tengo que despedirme de ti y de un subjuntivo de mí.

Soy el señor de las palabras

Soy el señor de las palabras.

No soy tu hijo, ni tu siervo ni tu amante. Soy mío, y hoy vengo a mi templo a adorarme. ¡Salve yo! Hazte de cristal.

Tengo las letras de mi nombre. Sólo me falta el orden y el contexto. No son  todas las mujeres que quiero tener - sino sólo un balcón de paz. Es un día de otoño que no acaba.

(¿Quién es Julieta?)

Alguien silba, advirtiendo la marea. Se cae mi sombra, mi efigie, me quito mi disfraz de Dios. Despierto.

El retorno

Bajé el tono. Apagué a Carlos para ponerme a escribir.

Largo el tiempo desde mi última piel. Largo el papel que me ha esperado. Soy yo, sólo más viejo y descuidado. Añejo. Intacto.

Y sin embargo ha habido un camino. He perdido. Le he llorado más de una vez a los ojos vacíos de la muerte. He servido mi mesa y me he sentido satisfecho. He tenido suficiente sexo.

Me faltaba. El gusano de la columna ya no puede controlarme. Basta de los buenos modos, voy a brincarme los tecnicismos con un gargajo. Y voy a morderte la lengua con mis palabras.

Voy a vivir para siempre, matando a Carlos.