-Aún nada se me ocurre para la Creación.
-Ten confianza, el tiempo germinará en ti las ideas, como una planta.
-¿Y, qué es el tiempo? ¿Qué es eso que tu invocas? ¿Qué es una planta?
-El tiempo es la cadena que contiene a la vida, para que ésta no confiera sentido inmediato a las cosas. Las cosas necesitan crecer, pasar por un proceso largo, como tú, a la manera de las plantas.
-¿Y qué es la planta?
-Aún no lo entiendo bien, pero creo que es algo muy importante. Otro ángel cayó en la cuenta de que las plantas debían ser, ya hace algunas luces, y las plantas se manifestaron de él como un pensamiento derramado. Algo así como la piel, que a Dios le infiere contención.
-No lo entiendo del todo, y sin embargo la Transparencia me entibia con seguridad. Sé que deben ser bonitas, las plantas.
-Calma pequeño, ya habrá algo que se asomará para tu tacto, en el calor de Dios. Algo le aportarás al universo en tu ensueño cálido.
* * * * *
-Noto en ti un calor distinto.
-Yo también lo siento, creo que algo adentro de mí está cambiando. Las luces tienen... matiz.
-Creo que no te entiendo, ¿Qué es matiz?
-No lo sé, pero me siento confundido. ¿Crees que la luz se pueda ver?
-No entiendo las palabras que dices, pero sé muy bien que la luz se siente en el corazón. Como todo. Recuerda que estás en el ensueño, como el mismo Dios está ensimismado en la Creación. Lo único que hacemos es sentir, tenemos la calidez ardiendo dentro. Las cosas no se ven, eso no existe. Eres tan sólo un pensamiento Suyo, largo como la eternidad. Nada más.
-Creo que estoy a punto de inventar algo.
-¿Y tú qué crees que será el ver?
-Aún me falta... germinar. Pero algo tiene relacionado con la luz, penetrándote directamente.
-Pero la luz ya te domina por completo, ¿acaso no lo sabes? Tú eres la luz, eres un pedazo del Creador. Ver sería redundante, sería totalmente incongruente que Él necesitase adentrarse en ti. No eres distinto a la luz, eres lo mismo, eres una porción de sus rayos.
-No lo sé. A veces no entiendo nada.
-¿Qué quieres decir?
-¿Sabes? A veces siento algo muy extraño, como un calor distinto al Suyo, subiendo, apoderándose, pensándome en lugar de Dios; casi como... como si el calor proveniese de mi interior. Es una sensación ineludible que invade mi cuerpo; y pienso en Él y la luz se extingue en mí, y siento que perderé el control sin más. Empieza a gestar en mí la idea de que mi deber será terrible, que mi tarea será más grande que la de cualquier otro, y más atroz que cualquier cosa jamás. Eso siento. Le puse una palabra, aunque no creo que sea algo que haya inventado, porque es inalcanzable siquiera pensar ello. Le puse Ira. A veces siento que la Ira se apodera de mí y me deshereda de toda gracia.
-Eso es algo fuera de toda escritura. Lucifer, debes detenerte ahí. He pensado que tu esencia deambula sin rumbo fijo por el calor, has osado adentrarte demasiado en Su Transparencia, y trazas senderos en los límites de nosotros, los ángeles. Por esos caminos jamás llegarás a inventar nada... Toma todo con calma, tu camino ahí está. Pronto lo descubrirás, te descubrirás en la esencia de aquello que se derrame de tu pensar.
-Tus palabras son sabias, lo sé. Ven aquí. Durmamos, entreguémonos sin más a sus pensamientos. Disolvámonos un rato, tienes razón, necesito moldearme de nuevo.
* * * * *
-Algo te has hecho.
-Miguel, he hecho el invento más grande y terrible jamás.
-Ya no perteneces al calor. Eso murmura la Calidez, y eso siento ahora. Has quedado en la distancia, más lejos aún que el final de Dios. ¿Qué te has hecho?
-Deberías abrir los ojos también, Miguel. Todos tenemos ojos, porque todos tenemos vista. Y a través de la luz en mis ojos, puedo observar la objetiva realidad.
-El calor y la luz Es la realidad.
-No, eso es lo que Él quería que pensáramos. Pero mi Ira me volcó sobre mis córneas, y me hizo apreciar el Cielo. Ahí, escrito sobre los límites de sus dominios, está escrito casi todo lo que ha sido, es y será. Pero no como los trazos vagos de la luz, que nada claro dicen. Éstas palabras se sostienen en su propia firmeza. Mucho tiempo he leído la infinita escritura, de principio a fin innumerables veces. Estás tú, están los ángeles; están los hombres que germinarán sobre la tierra, y están todos los inventos que aún no se han hecho. Está también la historia hasta el último día. Y, por supuesto, también estoy yo. Deberías verlo, pues es algo tan maravilloso y terrible como Dios mismo, porque mi tarea es la más terrible y gloriosa de todas: todos esos espacios en blanco que claman ser completados en el marco del Cielo comandan que debo derrocarle. Para cada invento debo yo hacer un opuesto: Sombra para su luz, Muerte para su vida, Demonios para sus ángeles... y mi primer invento, la Ira, mi odio, lo guardo para él, para su sangre hecha de amor. Por eso soy Lucifer: sólo yo domino la luz y la fuerza; para ver Su escrito, los ojos, y para hacerle frente a mi destino, la furia.
-Yo rechazo tu esencia, y te nombro El Enemigo. Satanás.
-Ah, sí, también dice por aquí que germinaría en mí ese otro nombre.
-Sabes que es mi deber defender Su Creación. Mi destino es disolverte en la inexistencia.
-Bien he sabido que llegaría este momento, querido amigo, gemelo de la misma luz, pero ignoras que yo no he retado su incompleto universo. Es Él quien me ha encomendado esto: Yo soy el Patriarca de su completa oposición.
-Nadie ha escogido este camino salvo tú. Tus palabras son plantas marchitas. No hay verdad fuera de nuestro ensueño cálido. El ensueño del que tú has optado por escapar.
-Basta de palabras. Nada de lo que digamos salvará a nuestro amor. Porque yo te amé, querido amigo. Miguel. Pero el Cielo dicta que debemos luchar para siempre, a partir de este instante. Por ser ésta la primera vez, debo perder, así que dejaré que me eches lo más lejos que puedas. De todas maneras no tienes en ti la furia para deshacerme. Ésa la poseo yo. Así que date prisa, luz mía, porque debo inventar un lugar sin Dios.
-En las palabras que inflaman de tibieza a la luz, tú mueres al final.
-Con las que yo escribí, llenando huecos, desangrando el Cielo, eso no sucederá jamás.
(Acto seguido un ángel cayó del cielo como un rayo).
Hoy
La lluvia le hacía el amor al suelo esta mañana. Pero el sol ni siquiera se enteró, atrapado como estaba en su cama, amarrado a sueños de mejor clima. Estaba con la luna, quizás.
Adentro, la armonía del piano improvisaba un cálido resguardo. La melodía derramaba su eco sobre el salón, como una cúpula intangible. Impermeable. La música le hacía el amor al piano.
El cielo amó sin prisa al pavimento, y nosotros aprovechamos el encierro para revivir a Tchaikovsky entre duela, zapatillas y corazón. Se hizo a sí mismo el amor, entre tanto arpegio.
Así fue hasta medio día, bajo la lluvia edulcorada. Todos hicieron el amor este día, incluso yo. Yo amé al piso usando los pies. Eso y la duela, las zapatillas blancas, y mi inflado corazón.
Adentro, la armonía del piano improvisaba un cálido resguardo. La melodía derramaba su eco sobre el salón, como una cúpula intangible. Impermeable. La música le hacía el amor al piano.
El cielo amó sin prisa al pavimento, y nosotros aprovechamos el encierro para revivir a Tchaikovsky entre duela, zapatillas y corazón. Se hizo a sí mismo el amor, entre tanto arpegio.
Así fue hasta medio día, bajo la lluvia edulcorada. Todos hicieron el amor este día, incluso yo. Yo amé al piso usando los pies. Eso y la duela, las zapatillas blancas, y mi inflado corazón.
Nan
I.
Esperé todo el día
a que las palabras
se durmieran
sobre el verso.
Cariño, traicioné a mis palabras.
Confiadas en sus rimas
despreocupadas,
las deshebré a cuartetos
de mi ventrículo derecho.
Quedaron un poco
desarregladas,
por eso me sale
este poema
tan mal hecho.
Pero entiende
que a media madrugada
no es sencillo
extirparse frases
del pecho.
Léeme, sin más,
antes de que surta
efecto el
arrepentimiento.
Porque
es difícil
hacer
que mis
palabras
te
digan
que
te
quiero.
II.
Eres suave a mi mudo recuerdo,
como una flor cuando llega al tacto.
No sé si pueda explicarlo,
pero tu belleza es el tiempo entero.
Disculpa este soneto tan malo,
pero aún no sé cómo decir un te quiero
sin tantos alegatos.
No soy bueno usando palabras
de contrabando.
Voy a intentarlo,
lo prometo.
Sé que a veces
le prestas
tu calor al verano.
Sé que el estío te pide
el dorado de tu cabello,
para las hojas que caerán
del árbol.
Sé que tu piel la usa, a veces,
el invierno.
Y sé que el tornasol de tu mirada
pertenece a la primavera
desde hace años.
Sé que es tonto todo esto,
pero entiende que
eres el tiempo entero,
las estaciones corriendo
a tus flancos,
de ti dependiendo,
como el sonido del silencio,
o los dedos para la mano,
y no sé si es bueno
habernos tornado en tanto,
pero en tanto tiempo,
porque quizá sea muy tarde
para decirte que te quiero.
III.
Las palabras
se están
despertando.
Como
tu espalda
sin mis labios,
cargaré
mi boca
sin aliento.
Te digo
que es
la última vez
que te
digo que
te quiero.
(Tu risa se la
regalas al viento).
De las
palabras,
tan sólo
queda
un
estracto.
(El mar se inspiró
en tus sueños.
Las estrellas,
en tus retinas,
titilando).
Se
me
olvidan
los
versos.
(Eres
un poco
de todo
lo que
veo.
Sol
ensimismado.
Universo
paralelo).
Se
terminó
el encantamiento.
No hay
más
letras
que
las
que
hablo.
(Encantado
y
resuelto.
Así
quedo,
renovado.
El corazón
por letras
amordazado).
T
e
q
u
i
e
......
Muñeca
Muñeca, deja de verme con esos ojos tristes. Por favor, trata de entender lo que sucede entre nosotras; déjame hablar esta vez, y decirte todo aquello que alguna vez pensé que supondrías.
Mira linda, tú sabes cómo te quise. Sabes que las tardes eran eternas cuando te sostenía en mis brazos, y que entre nosotras dos nada podía salir mal, jamás. También sé la forma en que tú me amaste, y que tu vida no reanudaba mientras yo no estuviera ahí, para ti. Sé, sabemos todo ello como sabemos nuestra piel, y por eso duele lo que debo decirte, muñeca, pero no puedo continuar haciéndote más daño. Quiero enmendar el amor que hubo entre nosotras, para poderlo recordar el resto de mi vida, magnífico, imperecedero. Inmaculado. Para terminar de plasmar tu tatuaje en mi memoria, fresco para siempre.
Un día, sin darme cuenta, te empecé a querer un poco menos. No sé cuándo, ni por qué. Quizá fueron los amigos que comencé a hacer, quizá dejé de encontrar algo en ti, quizá fue simplemente que cambié como todo el mundo cambia... pero no puedes culparme del todo, así son las relaciones a esta edad... efímeras. Hermosa, lo nuestro no podía durar para siempre, al menos no como lo hubiéramos querido en un principio.
En fin, algo pasaba que nos tuvimos que separar, inconscientes de ello. Nos dejamos de ver un par de días, empezamos a hablar con menos frecuencia, empecé a hacer mis cosas por aparte. Cada vez te volvías más indiferente a mi mirada, muñeca, cada vez me observabas con más... vidrio. Ésa es la palabra. Se te metió el vidrio a la mirada. A mí se me metió la edad. De alguna manera, me siento vieja. Un poco exhausta.
De verdad me siento mal al tener que pronunciar estas palabras, porque probablemente no me vuelvas a hablar después de esto. Pero necesito que entiendas que no te dejé de amar realmente, muñeca. Solamente el amor que tú esperabas a diario mudó por uno distinto. Nunca quise... desgastarte... usarte sin tregua de la forma en que te usé para después hacerte a un lado, pero ya el tiempo me hacía crecer. Ya no soy una niña. Ya dejé la primaria en el pasado, ya no me desagradan los chicos como en esa edad. Ya casi no juego como solía hacerlo, por favor entiende, Muñeca, que esto es algo que tenía que suceder. A veces me gustaría volver el tiempo, y jugar contigo todo el día, pero no puedo empujar al tiempo al revés.
Por favor entiende que siempre te voy a querer...
¿Muñeca? ¿No me vas a responder?
(En el estante tan olvidado, la muñeca ya no ha vuelto a hablar. Sólo mira fijamente, con vidrio en esa mirada antaño radiante).
Mira linda, tú sabes cómo te quise. Sabes que las tardes eran eternas cuando te sostenía en mis brazos, y que entre nosotras dos nada podía salir mal, jamás. También sé la forma en que tú me amaste, y que tu vida no reanudaba mientras yo no estuviera ahí, para ti. Sé, sabemos todo ello como sabemos nuestra piel, y por eso duele lo que debo decirte, muñeca, pero no puedo continuar haciéndote más daño. Quiero enmendar el amor que hubo entre nosotras, para poderlo recordar el resto de mi vida, magnífico, imperecedero. Inmaculado. Para terminar de plasmar tu tatuaje en mi memoria, fresco para siempre.
Un día, sin darme cuenta, te empecé a querer un poco menos. No sé cuándo, ni por qué. Quizá fueron los amigos que comencé a hacer, quizá dejé de encontrar algo en ti, quizá fue simplemente que cambié como todo el mundo cambia... pero no puedes culparme del todo, así son las relaciones a esta edad... efímeras. Hermosa, lo nuestro no podía durar para siempre, al menos no como lo hubiéramos querido en un principio.
En fin, algo pasaba que nos tuvimos que separar, inconscientes de ello. Nos dejamos de ver un par de días, empezamos a hablar con menos frecuencia, empecé a hacer mis cosas por aparte. Cada vez te volvías más indiferente a mi mirada, muñeca, cada vez me observabas con más... vidrio. Ésa es la palabra. Se te metió el vidrio a la mirada. A mí se me metió la edad. De alguna manera, me siento vieja. Un poco exhausta.
De verdad me siento mal al tener que pronunciar estas palabras, porque probablemente no me vuelvas a hablar después de esto. Pero necesito que entiendas que no te dejé de amar realmente, muñeca. Solamente el amor que tú esperabas a diario mudó por uno distinto. Nunca quise... desgastarte... usarte sin tregua de la forma en que te usé para después hacerte a un lado, pero ya el tiempo me hacía crecer. Ya no soy una niña. Ya dejé la primaria en el pasado, ya no me desagradan los chicos como en esa edad. Ya casi no juego como solía hacerlo, por favor entiende, Muñeca, que esto es algo que tenía que suceder. A veces me gustaría volver el tiempo, y jugar contigo todo el día, pero no puedo empujar al tiempo al revés.
Por favor entiende que siempre te voy a querer...
¿Muñeca? ¿No me vas a responder?
(En el estante tan olvidado, la muñeca ya no ha vuelto a hablar. Sólo mira fijamente, con vidrio en esa mirada antaño radiante).
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