Nan


I.

Esperé todo el día
a que las palabras
se durmieran
sobre el verso.

Cariño, traicioné a mis palabras.
Confiadas en sus rimas
despreocupadas,
las deshebré a cuartetos
de mi ventrículo derecho.

Quedaron un poco
desarregladas,
por eso me sale
este poema
tan mal hecho.

Pero entiende
que a media madrugada
no es sencillo
extirparse frases
del pecho.

Léeme, sin más,
antes de que surta
efecto el
arrepentimiento.

Porque
es difícil
hacer
que mis
palabras
te
digan
que
te
quiero.


II.

Eres suave a mi mudo recuerdo,
como una flor cuando llega al tacto.



No sé si pueda explicarlo,
pero tu belleza es el tiempo entero.



Disculpa este soneto tan malo,
pero aún no sé cómo decir un te quiero
sin tantos alegatos.
No soy bueno usando palabras
de contrabando.

Voy a intentarlo,
lo prometo.

Sé que a veces
le prestas
tu calor al verano.
Sé que el estío te pide
el dorado de tu cabello,
para las hojas que caerán
del árbol.
Sé que tu piel la usa, a veces,
el invierno.
Y sé que el tornasol de tu mirada
pertenece a la primavera
desde hace años.

Sé que es tonto todo esto,
pero entiende que
eres el tiempo entero,
las estaciones corriendo
a tus flancos,
de ti dependiendo,
como el sonido del silencio,
o los dedos para la mano,
y no sé si es bueno
habernos tornado en tanto,
pero en tanto tiempo,
porque quizá sea muy tarde
para decirte que te quiero.


III.

Las palabras
se están
despertando.

Como
tu espalda
sin mis labios,
cargaré
mi boca
sin aliento.

Te digo
que es
la última vez
que te
digo que
te quiero.

(Tu risa se la
regalas al viento).

De las
palabras,
tan sólo
queda
un
estracto.

(El mar se inspiró
en tus sueños.
Las estrellas,
en tus retinas,
titilando).

Se
me
olvidan
los
versos.

(Eres
un poco
de todo
lo que
veo.
Sol
ensimismado.
Universo
paralelo).

Se
terminó
el encantamiento.
No hay
más
letras
que
las
que
hablo.


(Encantado
y
resuelto.
Así
quedo,
renovado.
El corazón
por letras
amordazado).

T
e

q
u
i
e
......

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