Renunció a su aura dorada a nombre de una causa mucho más alta. Yo no sabía lo que aquello implicaba, hasta que lamió mi mano extendida afuera de una tiendita; ahí fue cuando le reconocí como a un viejo amigo.
Traía los flacos huesos emplayados en pelaje irregular y oscuro, y llevaba mucho tiempo con hambre. Andaba todo el tiempo cabisbajo, y su actitud, a diferencia de los días antiguos, era recesiva y asustada. Nada le quedaba ya de lo que la memoria solía evocar, mas que su mirada llena de sol y su colita hiperactiva, deseosa de tener por quién moverse. El escéptico le despreció con la mirada; Eso a duras penas podría ser un verdadero ángel.
Pero su miseria era tan sólo la condecoración del altruismo más elevado.
Disparó directo al corazón, a quemarropa, con besos que no me dió (besos de ángel). Me dejé seguir varias cuadras, hasta llegar a casa. Le obsequié mi compañía para que comiera con calma. Después de eso le dije lo que les digo a todos los de su raza, Que Dios te bendiga todos los días de tu vida. Y desterré de mi boca una despedida que no podía obligar a pernoctar.
¿Esperabas alas y haces de luz? A veces son más... simples, los ángeles. Carne, huesos, pulgas. Al menos eso y excesos de amor; el ejército del Cielo de frente a las fauces de la grande y cruel ciudad.
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