Jacarandas

Ojalá que llueva, ojalá que caigan de esas gotas gordas, de las que mojan más.
(Sí, lo dije bien, hay agua que empapa más que las demás).

Ojalá y sea de noche, y me tomen a mitad de la desierta avenida.
Que enjuaguen las preocupaciones que cargo en la mente.
Que laven mi cuerpo como antaño lavaron a los padres de mis padres,
los que cargaban mi semilla milenios atrás.

Ojalá y sólo haya jacarandas alrededor. Ojalá y me inviten a jugar.
El hombre, antes, no era hombre. Era un árbol demasiado inquieto.
Era una gota, deseosa de eclosionar.

Era todo y siempre en exceso.
No cupo en ningún lado, así que se salió de sí.
Pero hoy ya no quiero, hoy quiero ser una jacaranda más.
Riégame, lluvia, con tus mejores gotas.
Regresa las raíces a mis pies, invierte la evolución de mi cabello,
devuélveme las flores y la dura corteza.
Dame los brazos que antes deseché, quiero ser un vegetal de nuevo.
Inmovilízame para siempre, quítame los ojos,
tapa todos mis agujeros y reusa mis venas.

Antes me bastaba saber que el sol salía a las seis,
el viento a las ya casi y la lluvia al veinte para el atrás.
No quiero saber nada que antes no supiera.
Quiero olvidar mi nombre, mi rostro
y la factura del gas.

Árbol eres y en árbol te convertirás.

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