Te reconocí. Bajo la epidermis, aguardabas hasta encontrarme.
Sabía que eras tú en cuanto me penetraste por los ojos, el ombligo, las fosas nasales; por los oídos, bajo las uñas, mi diminuta mollera; y hasta mi despreocupada sangre.
Eras tú, lo supe al instante. Nadie más puede secretar ese llamado latente en el aire. Nadie hace la desintegración de mi cuerpo tan agradable. Yo ya no soy yo, yo soy tú, y por eso vengo tan torpemente, buscándote, intentando reintegrarme. Soy como tu brazo, tan sólo un pedazo tuyo usado para crearme. (Adán, soy tu costilla, repárame).
Basta. Ahora tómame, quiero ser como sal disuelta en tu agua, como tejido unido a tu carne. Ya no me hagas esperar más, ya te esperé bastante. Tómame entre tus labios, termíname a besos, por favor deshazme.
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