…No, pos no ‘sta bien… pue’que no ‘stuvo bien…’ora caigo en entender que las cosas pos no son como dijieron que iban a ser, ni son como dicen que jueron… son retiartamente diferentes… de que mi sirvió tanta lucha, meterme a la bola, si todo ‘sta igual…ni l’ambre que pase, ni los sustos, ni las desveladas, ni’l mal dormir, ni las caminadotas que di… todo igual… no, pus… ya que…ah! Pos eso si… ai‘stuve cuando cambió la cosa, cuando Méjico jue otra vez Méjico…y ‘ora no se si pa’ bien o pa’ mal…
A mi me toco peliar ahí, yo ‘stuve ahí, donde pasaban las balas rozando nuestras cabezotas, uy! y ay de quen se 'scondiera de’llas... ya que las balas lo seguian y lo mataban… lo mire mismamente munchas veces con estos ojos que se han de comer los gusanos… así mesmo lo gritaba mi coronel, el mismisito Sixto Hernández cuando pelibanos. Ese pelón era retebien fajado… mi acuerdo que antes de ser Coronel de los pelones, allá cercas de Guadalajara, el queria peliar la guerra pa’ cambiar las cosas, y nos junto a munchos pa’ platicar de los mal que ‘staban las cosas, lo probes que estabanos, pa’ decirnos que en todo el país, el pueblo estaba cansado de las injusticias y que quería hacer lo mesmo que muchos: juntarse a peliar pa´ que’l gobierno arreglara las cosas y todos jueramos iguales; el país estaba rebien alborotado, Benito Juárez que’ra el presidente andaba juyendo pa’ que no lo agarraran y perder al pueblo, porque había otro quesque emperador de México, que era de las uropas y que no entendía de las cosas de Méjico… ese Sixto a munchos nos convenció y nos junto pa’ irnos a peliar con los pelones… vieran visto, que mal nos trataron esos desgracia’os pelones… jejeje… ni siquiera nos dejaron entrar al cuartel, quesque por mugrosos y huarachudos… pero el no se rajó… nos juimos de ahí pa’l campo ‘onde consiguió unas carabinas, bien requetebonitas, grandotas y brillosas, con hartos tiros y cananas de medio cachete, ni sé como li’so. Nos junto otra vez y nos dijo que el iba a peliar por su cuenta, que si lo seguíanos. ‘Pos yo y otros dijimos que si y nos robamos unos caballos flacos que nos faltaban pa’ que todos tuviéranos un cuaco y nos juimos pa´l monte. Esa jue la Gavilla Hernández, que aluego se hizo retefamosa con los pelones…peliabanos en contra de los soldados del quesque gobernaba Méjico, Macsimiliano de Jasbur o Kasbur, algo ansina, que ni ricuerdo bien; siempre pelianos contra sus soldados y de todas las batallas y cosas que andabanos haciendo, mi coronel iba y le informaba al mismisimo general Corona, uno de los mero mero del ejército de los pelones. Ansina, peliando por nuestro lado en el monte, con enboscadas y hechos apalabrados con mi general Corona, cosas retebien arriesgadas y corajudas, bien fajados, nos ganamos la confianza y acectación de los pelones y nos dijaron peliar junto con ellos. Nos daban parque y carabinas pa’ que pudieramos seguir peliando y que mandaban de Estados Unidos, y esto nos dio muncha juerza pa’ ir ganado las batallas, pa’que Don Benito juera el mero mero presidente. Al quesque emperador de Méjico, Macsimiliano, que tenía un ejército retebien grande, le quitaron munchos soldados y los mandaron pa’ Francia. Y solo tuvo un regimiento que lo cuidaba. Ansina como ‘taban la cosas tuvo que juyir de la ciuda de Méjico, y se jue pa’ Querétaro con 1,500 hombres con un general quesque “el tigre de Tacubaya”, que le nombraban Leonardo Márquez, -ansina le decían quesque porque asesinó a munchos jóvenes malamente ahí-. Ya en Querétaro se jueron pal’ cerro de las Campanas y ahí pusieron su cuartel general.
Nosotros éramos retihartos, decían que como 50,000 y el quesque emperador tenía bien requete poquitos, como nueve mil y mal armados, pero también ‘staban con el, el General Miguel Miramón, que jué presidente de México cuando tenia 27 años y era bien regueno pa’ esto de la guerra, hasta le apodaban “el joven Macabeo”, y el General Tomás Mejía, un mexicano como nosotros bien macho y bien bragao.
Nos juimos con mis generales Escobedo, Corona y Riva Palacio a Querétaro y pusimos en sitio al cerro ese y les quitamos el agua pa’ que se rindieran, pero aguantaban requetebién. Luego atrapamos a Macsimiliano, a Miramón y a Mejía y los pasamos por las armas después de un tiempo de tenerlos apresados; dijieron que peliamos requetebién y que ganamos, pero la mera verda’ eso no jue ansina del todo, porque si peliamos retebien, pero eramos munchos más que ellos, pero hubo una traición muy fea.
El tal Miguel López ese, que ‘staba peliando contra nosotros se apalabró una noche con mi General Escobedo pa’ entregarnos a Macsimiliano sin peliar; ‘tons mi general Escobedo llamó a mi general Mendez y se jueron mi general Méndez con un piquete de soldados y el Miguel López, y el Miguel López ese quito a los soldados, los fusiles y los cañones que ‘staban en el convento de la cruz, qui’era el lugar más difícil del sitio pa’ entrar y que no podianos pasar y por ahí entramos requetebién fácil. Eso jue lo qui me contaron, pos porque yo no ‘stuve ahí. Cuando si dieron cuenta, ya los pelones ‘stabanos bien metidos en el sitio, buscando a Macsimiliano y pos’ no lo jayaron. Me dijieron que hirieron a Miramón en la cara y que jue atrapado en casa de un dotor quesque Licea.
Asegún dicen, en la mañana, mi general Escobedo dio la orden de cerrar el sitio, quesque Maximiliano ‘staba en el cerro de las campanas con muy pocos hombres; y poco respondian a la metralla, y que al poco se vió una bandera blanca, y un tal Dávalos y un francés que se llamaba qusque Deacis llegaron con Macsimiliano que tenía la bandera blanca amarrada en su espada. Esperaron a mi General Corona, que tampoco apalabro nada con el güero y esperó a que llegara mi General Echegaray, quien le dijo a Maximiliano que era su prisionero.
Pero pos hay otra verda’, la que pasó di a de veras y que naiden cuenta, pero que yo vide, pos porque yo ‘stuve ahi, y pos nosotros juimos los que de verda’ atrapamos al Macsimiliano ese. Asegún nos dijieron, la nochi que’l López ese de la traición entro al sitio, Macsimiliano se jayaba en casa de un tal principe Salm y le dijieron que se juyera, y se juyó pasando como si juera civil de frente a los pelones, y se jue a caballo con dos oficiales de su guardia. Pos nosotros ‘tabanos de guardia juera del sitio, y esto si es de verda’ pos porque yo ‘stuve ahí, y ya clareando el día divisamos a tres jinetes a lo lejos. Mi coronel Sixto Hernández nos dio la orden de alcanzarlos, pos en ese momento todo mundo pos era sospechoso. Ibanos acercando cuando nos dispararon seis tiros de pistola, y pos le acicateamos a los caballos pa’lcanzarlos, nos tomo un rato, ‘sta que los rodeamos y obligamos a detenerse, apuntandoles con nuestros fusiles y pistolas. Mi coronel Sixto les preguntó que quienes eran y que porque nos habían disparado. Sin esperar respuesta, alueguito supinos que’ra el Macsimiliano que andabanos buscando, pus su piel era rete blanca, con unas barbas bien güeras, con un sombrerote de charro y un abrigo pal’ frío. Se apeó del caballo y con voz bien juerte, como si juera general, nos dijo que’l era Macsimiliano; mi coronel Sixto, como guen militar, también se bajó del caballo y cuando Macsimiliano le’iba a dar su espada, mi coronel le dijo que no podía rendirse ante él, que lo iba a llevar ante el general Corona, pos porque el si tenía el rango pa’ acectar la espada, y pos la mera verda’ el no. Y lo llevanos escoltado hasta ‘onde estaba mi general Corona, y este ni la palabra le dirigió, solo lo vió con unos ojotes bien fríos, ‘onde como si quisiera dispararle un montón de balas con su mirada.
Como capturanos a Macsimiliano, a la Gavilla Hernández le dieron entrada a los pelones; a mi coronel Sixto lo hicieron Coronel de Caballería y a todos nosotros pos soldados juarístas, pelones, que no!
Lueguito más adelante jueron jusilados, ahí mesmo, en el cerro de las campanas. A los tres juntitos: Miramón, Macsimiliano y Mejía. Cuando los ibanos a pasar por las armas, el Macsimiliano le cambio su lugar del medio a Miramón y le dijo “a los valientes, honores de soberanos al morir”. Al Macsimiliano le apuntaron siete fusiles a un metro pa’ no fallar y dispararon. Se cayó pa’ delante per‘onde que no se moría. Tons’ lo votiaron y le apuntaron un fusil al corazón y dispararon a quemaropa pa’atravesarlo, y hasta se le prendió su ropa y la apagaron a manotazos. Dicen que solo había en su cuerpo cinco balas…
Cuando le toco a Miguel Miramón que lo jusilaran, le grito bien juerte a los soldados con su mano en el corazón, ¡Aquí!
Pos por eso mesmo digo que las cosas ya las miro di otra forma y no como dicen que son:
si miro bien despacio a los generales Miramón y Mejía, pos ellos querían el bien pa’ Méjico; pue’que no haya ‘stado bien la forma como l’cieron, pero pue’que pos no sean traidores como dicen que son; pos ‘ora entiendo que querían el bien pa’ todos. El Macsimiliano, pos era de otro lado, eso que ni que, pero pos también quería el bien pa’ todos nosotros, y pos así era la cosa entons'; los mataron y pos seguimos igual que desde nantes. Don Benito Juárez, también quiere el bien pa’ México, tons’ ¿por que no cambian las cosas?, y hasta si dice quesque los americanos lo apoyaron pa’ ganarle a Macsimiliano, pa’ que se fueran los “franchutis” porque no los querían aquí, por una tal “dotrina monrou”, que ni se que’es y quesque a cambio firmó el “maclein-Ocampo”, pa’ que los güeros pasen a México rapidito, sin problema, como si juera su casa, pa’quiagan lo que queran en México… ‘tons, ¿quien es más traidor?... pos’ ya ni entendí.
Miguel López, es si, es jue un traidor di a deveras, ‘sta su esposa le dejo de hablar…
Por eso mesmo digo, la verda’ siempre tiene otra verda, la diá de veras… pero…pos ‘tons, cual es?
Me gustó bastante; todo lo relacionado con la historia de mi país me apasiona muchísimo, y la parte de Maximiliano es de mis favoritas de 1800.... :) gracias!!! Te rifaste como los nacos!!
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