¿Estás? O quizá deba decir: ¡Estás! Sí, estás, y yo estoy contigo, solo. Llegaste a tiempo para ver mi insomnio. Sigue aquí la noche; a veces cierro los ojos y de repente se ha ido, pero ahora no es así. La tierra se detuvo, llevo dormido años enteros y no me había dado cuenta, por eso ahora insisto en estar despierto. ¿A dónde es que vamos a dormir? Yo jamás he estado mientras te sueño. En algún lugar coincidimos todos, es un plano incierto de los hombres, un paréntesis donde todos morimos unas horas al día, para poder vivir un rato más. Y le llamamos dormir. ¿Será en tí, acaso? A veces, el amanecer te devuelve el pulso a las venas demasiado temprano. A veces se lo queda por siempre, y palpitarías ahora en cada rayo de luz. Esta vez el sol no se llevó mi pulso, preocupado como estaba de alcanzarte. Que hoy me odie, hoy (¿ayer?) somos tú y yo, Luna, nada más existe, la madrugada convierte al mundo entero en estatuas de cera. Vas a ser mía hasta que venga buscándote la mañana; qué me importa si no he muerto lo suficiente para vivir el día por venir. Qué importa si mañana el coloso en llamas quiere matarme de calor. Que haga arder mi carne, jamás te alcanzará como yo lo hago.
De un párrafo a otro, por favor espérame entre un minuto y cien años.
* * * * *
El eco de mi cráneo no tiene pausa, no me deja continuarlo mañana. Que pare, ya lo he dicho todo esta noche. Cada palabra. Mañana aún no existe (no existo) y las palabras se me están saliendo, quieren escapar a la mitad de mi muerte consciente, de mi despierto sueño. Se atropellan para huir, salir de mi labio y terminar evaporándose, como alcohol en el piso. Creo que el hueco que dejan es lo que me vuelve loco. Pero de verdad loco, idiota, catatónico. Me estoy quedando sin palabras, puedo sentir el temblor ciego de mi cuerpo mientras las digo todas sin articular nada. No soy el que duermo, son las palabras las que descansan y hoy no han dormido. Desesperadas, se avientan desde la infinita distancia entre mi boca y la sábana en mi cara. Te digo que lo he dicho todo esta noche, ha pasado por aquí cada palabra, pero no he hablado nada. Detente. Córtame los nervios un momento, tan sólo la espina dorsal, en lo que caigo igual que mis palabras, de mis labios a las cobijas sobre las que estoy, la caída que nadie ha visto hacia el recinto del sueño.
Manda decirte mi cabeza que estoy diciendo absolutamente nada.
* * * * *
Un suspiro; de derrota. Ya casi lo lograba, me faltaba desprenderme de mis ojos para atrapar mi sueño. Suéltalos, suéltalos, dije. Son sólo ojos, no hay nada aquí, mas que un cuarto vacío en la penumbra. El mundo será el mismo aunque te deje ir, suéltalo, suéltate un momento, déjate caer. De verdad que estuve a punto de lograrlo, tan sólo a unos suspiros. Pero en algo me equivoqué; mi cuerpo sintió el engaño, y quedé igual que al principio, Luna, sin poder atrapar a tu conejo blanco. Lo asusté.
Y toda la misma noche, el mismo triste cuarto, en penumbra las mismas cosas de siempre. Y tú, en el cielo, nadándolo. No quiero aceptarlo, pero apresúrate, que ahí viene la luz, me lo dijo mi pulso olvidado.
* * * * *
Vete, ahora sí ya tengo sueño. Ah, eres tú. Creo que ya lo sabes, sol, y por eso llegas con imprudencia. Pero aún así comenzaré a decírtelo como si no lo supieras: todo empezó ayer, cuando me metí mi mejor sobredosis de estrellas...
aaaaaaaaaaaaaaaagggggggggggggggggggggggggggggggggggggggggggggggggggggghhhhhhhhh
ResponderEliminarsimplemente brutal.
saboreado hasta la ultima gota.
mis musas siguen de vacaciones, las muy putas.
de otra manera, mandarian decirte mil cosas.
y mil mas, como esas palabras escritas
en medio de noches de luna
e insomnio crepitante.
Embriaguez de desvelos,
sobredosis de estrellas,
que mas da.
Silencio.