Cerró la puerta instintivamente, con una mano. Pero no pudo haber hecho mejor, la mujer no lo soltaba, no se le despegaba de los labios. El lujoso departamento permanecía a oscuras, pero no importaba, lo conocía demasiado bien. Ella comenzó a desabrocharle los botones desesperadamente, pero se detuvo un momento, diciendo más para sí misma que para él.
-Espera... ¿Cómo te llamas?
-Víctor.
-Yo soy Ángela.
-Mucho gusto, Ángela.
La risa de ella sólo lo provocó un poco más, casi le hacía perder el control, pero se contuvo en el último momento. Tranquilo, pensó, tu calma es esencial para el éxito de esta noche. No la dejó hablar más, continuó besándola con ese instinto animal que tan bien le salía ahora. La cargó con facilidad, sin dejar de apretarla contra su cuerpo, y la tiró boca arriba sobre el sillón de piel. Se dió el lujo de detenerse, hincado como estaba también en el sillón, y terminar de desabrocharse la camisa. La mirada de ella exigía su cuerpo en ese instante, y le sonrió nuevamente, mientras se quitaba el vestido en un solo movimiento, liberando el olor que tanto le había enervado en la fiesta. Le encantaba su aroma. Se detuvo un momento, a olerla desde las clavículas hasta el ombligo. Ella le atrapó la cadera con sus piernas, y le jaló hacia sí. Estando totalmente debajo de él, le alcanzó a suspirar trabajosamente en el oído:
-Tómame.
De todas las frases que había escuchado antes, jamás creyó que una quedara tan bien como ésa. Dejó escapar su primera risa real de la noche. La que le asomó los colmillos de la boca.
-Hasta tu última gota.
Y le enterró su mordida en la yugular.
(Con cariño para Ma Elena Manero, por haberme presentado a un vampiro).
No hay comentarios:
Publicar un comentario