-¡Vente, Alex! ya nos están esperando.
Me bajé del asiento del copiloto y cerré la puerta. Nunca antes había venido a este lugar, el Desierto de los Leones. Creo que vine sólo una vez a México, cuando era chiquito. Y ahora me veía en el espejo retrovisor, ante la promesa de la noche que ya tenía encima. Fiesta nocturna de noche de brujas. Con una cita a ciegas. María. Y no es que yo dudara del gusto de Oscar, siempre sabe lo que de verdad me agrada, pero no podía evitar sentir esos nervios traicioneros. Habían quedado de encontrarse por la entrada, y yo todavía no había visto una foto siquiera de mi prospecto, así que, ¿Por qué iba yo a estar nervioso?
El Desierto tenía un aspecto extremadamente abrumador: el convento a la mitad de la noche, en un bosque tenebroso, lleno de niebla y con toda la leyenda de las brujas (Oscar no se calló en todo el camino), parecía impactar sobremanera a las personas en la calle, así que mejor corrí para alcanzarle el paso. El silencio lo rompía el interior de la fiesta, perturbando el aire alrededor con sus ecos. Pensar en esas cosas de brujas en esta atmósfera en verdad daba miedo. Llegamos a la entrada y entregamos los boletos. Ellas ya estaban justo ahí, en la fuentecita, esperando. Ya conocía a Rebeca, y por supuesto que ésa iba a ser de Oscar. No me importaba realmente. Pero María era una agradable sorpresa. Bastante agradable. Piel clara, delicada, cabello largo y oscuro, y fuego en la mirada. Maldito Oscar, no nos dió ni tiempo de decir Hola, simplemente tomó a Rebeca y echó a correr, ella solamente alcanzó a gritar, ¡Nos vemooos! y ambos desaparecieron por uno de los corredores. María y yo nos miramos a los ojos un momento, nos reímos.
-Esteeee.... ¡Hola!
No nos despegamos el resto de la noche.
* * * * *
Me atrapó su forma de ser; llevar una plática con ella era sencillo, era fácil. Parecía leerme el pensamiento, decía lo que siempre me hubiera gustado que dijera alguna chica. A pesar de su personalidad ligeramente reservada, tenía un aire de aventura detrás de los ojos, como si esperara a que alguien lo suficientemente atrevido la sacara de ahí, de las córneas. Nunca sospeché que todo estaba mal.
El convento había sido decorado con iluminación de colores, música suave, y animadores disfrazados saltaban de cada rincón oscuro. Después de un par de vueltas, decidimos inscribirnos en el rally que se festejaría a media noche, con el toque de las campanadas. En uno de los patios nos dieron la plática inicial. La peor parte, para mi paranoia, fue el recordatorio de todas esas leyendas:
-Como bien sabrán, cuenta la leyenda que en este bosque habitan brujas. El convento se erigió en el nombre de Dios para proteger a los fieles que habitaban aquí, y se dice que Su divinidad intercedió con las hechiceras para que no pudieran llevarse a ningún hijo de Adán, a menos que éste ingresara en el bosque por voluntad propia. Bueno ya, suficientes tonterías (risas generales). Ya han sido informados de que el rally comenzará dentro de un rato, ya conocen las reglas y tienen el manual. ¡Los dos que regresen a tiempo con todos los sobres y las pistas resueltas, y sin brujas, ganarán un premio especial!
* * * * *
-Seguro va a ser una tontería -dije un rato después, en lo que paseábamos por fuera de la pared trasera del convento, medio tomados de la mano- va a ser una tontería el premio.
-Ojalá y no, porque me da miedo entrar al bosque. La verdad, no quiero hacerlo para nada.
-Jaja, ¿De verdad te asusta? Pero no pasa nada, yo ya lo he hecho mil veces.
-¿En verdad Alex?
(Sentí tambalearse mi mentira, ni siquiera había venido)
-Sí, claro que lo he hecho. Es bien divertido.
-¿Y tú me vas a cuidar?
Me tomó la mano con un poco más de valor. El fuego creció en su mirada. Comenzó a derretirme por dentro. Creo que entendí por qué insistió en alejarse un poco de la gente. Siempre decía lo que yo me imaginaba; esto era, por mucho, mi mejor noche hasta ahora.
-Sí, claro que sí, mira te doy un tour pre-rally.
Desvió los ojos un momento. Comenzó a salir la aventurera de debajo del iris.
-Mira, yo veo dos opciones; o eres una bruja y te piensas aprovechar de mí, o eres un chavo y te piensas aprovechar de mí.
-No lo haré si tú no me lo pides... Pero pídemelo, ¿va?
-Jajaja... Está bien, vamos.
Un bosque... creo que Oscar iba a estar celoso de mí finalmente. María comenzó a caminar hacia el final del camino, para meterse entre los árboles. La alcancé por detrás y la abracé. Me gustaba su piel suave, por debajo de su chamarra calientita. Y lo escuché entonces. Un grito, el peor de todos, me hizo voltear hacia el convento. Le siguieron otros rumores fuertes y más personas gritando órdenes. Salió Rebeca desde el último acceso, a cincuenta metros, corriendo desesperada. Pasó por debajo de un farol y la pude ver bien: la cara llena de lágrimas, el rostro histérico, el cabello revuelto. Pero nada de eso me aterrorizó más. Quizá nada me aterrorizará más el resto de mi vida que sus palabras llenas de incredulidad, de locura. De terror.
-¡Alex, es María! ¡María! ¡La encontraron muerta!
Algo no estaba bien. Tenía que voltear, mi instinto me decía que tenía que hacerlo. Pero no estaba preparado para lo que estaba junto a mí.
No sé cómo me engañó. Cómo nos engañó a todos. Su hocico alargado, como de perro, y el cuerpo desnudo, cubierto de pelos largos y negros y manchas opacas. Su respiración era como muchas personas gimiendo al mismo tiempo. Los ojos totalmente negros, como un iris gigante, sin espacios blancos como los ojos normales. Eran un vacío. Las uñas eran podridas y alargadas. El cuerpo flaco, casi desnutrido. La bruja gritó, un eco terrible que resonará por siempre en mi cabeza. Me tomó de los brazos con fuerza inhumana, y me intentó jalar hacia el bosque, que estaba a un paso de distancia. Pero no pudo, no podía. Su juramento divino le prohibía llevarme por la fuerza. Sus manos empezaron a arder donde hacía contacto conmigo, a quemarse. Me soltó de golpe, y soltó un grito terrible de nuevo. Poco a poco caminó hasta ocultarse entre las hojas, sin dejar de verme nunca, como si quisiera meterse en mis ojos, recordándome para cazarme el resto de mi vida, y entonces pude correr de regreso, hacia adentro. Afuera, en el límite del bosque, se escuchaban más y más ladridos, respuestas, llamados de brujas listas para invadir...
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